27 de febrero de 2010

Dos años de Viernes Santo...

Cuando era un infante (que no de España), los Viernes Santos eran bastante parecidos. Tardes moradas, de frío y siempre de un sabor añejo... Cosa que por entonces no sabía lo que significaba.

A las 20h en el Triunfo... Carretería, Soledad, Cachorro, y a las 22h para la cuesta de San Gregorio, en la puerta de las Lapas. Allí esperábamos a La O. El Nazareno bajaba imponente la cuesta, con el paso tan leve que tiene, haciendo volar su túnica lisa de siempre. La Expectación volvía Miguel de Mañara y la Contratación era una plaza de Luz. Bajaba con música propia además del acompañamiento del Carmen de Salteras, puesto que esas caídas con flecos de "Bellota" eran la mejor música que un costalero.

De allí, a la cuesta del Rosario. Donde todo se volvía de Silencio. Solo roto por los palermos de San Isidoro. ¡Que Hermandad! Desde principio a fin. La mires por donde la mires. Aires de otros tiempos encerrados en una burbuja que se torna en sueño atemporal.

Después... el silencio se volvía a romper. Las Esquilas del Muñidor. Un cortejo como jamás imaginé. Veía algo que otros Sevillanos de hacía siglos contemplaban lo mismo que yo. De allí a San Pedro.

Ése era mi gran regalo. San Pedro sin luz. Únicamente sonidos de eterna seriedad, y luces vagas que se confundían con el baño de plata que ningún orfebre nos podría regalar, salvo la luna de aquellas noches.

Venía el Misterio con paso abierto, únicamente marcado por el sudario, que rozaba con sus flecos el viento... Una caricia inerte, dormida y en paz. Aquél hombre en su regazo iba dormido. Pronto despertaría a la Pascua y a la Luz de su padre... Es como una obra de teatro grandiosa... La madre recupera su propiedad, el cuerpo de su hijo dormido, y lo aprieta en sus brazos, como si jamás lo hubiera abrazado. Una nana parece faltar en sus labios.

Ojalá fuera tan dulce como me parece a mí. Pero la historia real fue bien distinta a mi meloso discurso. Venció a la muerte. Aquél hombre sumido en el sueño de la vida venció a lo que ningún otro venció en ninguno de los días, desde que los días son días.

Con la Sagrada Mortaja, Sevilla entierra a su Cristo... y yo a mi Señor.

2 comentarios:

Paco dijo...

Falsa idolatría... venerar imágenes como si de sus propios representados se tratara... dignificar un trozo de madera labrado y dorado...
si quieres admirar el arte y la tradición, perfecto, pero déjate de nanas ni de historias... ¿¿¿una nana le cantarías a tu hijo muerto entre tus brazos???

José Enrique Sánchez Martínez dijo...

A falta de cultura y de símiles literarios, quizás usted no haya comprendido que en mí no hay idolatría, hay fe y devoción...

Cuando usted comprenda eso, quizás lea la entrada desde un punto de vista distinto...

Un cordial saludo.

Pdt: Gran Blog, Vai Soli. Un cordial saludo amigo bloguero. A tu completa disposición.