15 de septiembre de 2022

Nuestra roca, nuestra piedra

Allá por el año 2004, en una de las tantas convivencias que hicimos, todas inolvidables pero indestinguibles en mi memoria, Ana nos sorprendió con uno de los mejores momentos de oración de todos los que pasamos allí.





No recuerdo demasiado bien qué actividad hicimos los demás, aunque probablemente sería merendar por segunda vez, pero Ana se fue a dar un paseo y apareció al rato, para la oración de antes de la cena.


Tengo un recuerdo tan vivo de este momento, que me cuesta hasta ponerlo en palabras, porque recuerdo los sentimientos mucho más que las paredes:
Estábamos todos sentados formando un cuadrado, en bancos o sillas alrededor de este cuartito de 3 x 3. Había alguna vela encendida y acabábamos de cantar una canción perfectamente entonada por el guitarrista, y perfectamente desentonada por la mayoría de los que allí cantábamos. Estábamos con el cachondeo de siempre, hablando de la 'jartá' que teníamos y a ver cómo íbamos a cenar esa noche.


Entonces empieza la magia (o la Gracia de Dios, que es lo que era en realidad), Ana nos cuenta que ha salido a dar un paseo pensando en nosotros, y poco a poco, cada vez que pensaba en alguno de nosotros, ha cogido una piedra al azar y la ha mirado, pensando por qué había puesto Dios esa piedra delante de ella mientras pensaba en esa persona. Y uno por uno, Ana nos regala esa piedra mientras describe porqué esa piedra les recuerda a cada uno de nosotros.

Hace tanto tiempo, que alguno habrá olvidado esta anécdota, otros como yo, recordaran perfectamente ese día, uno de los grandes momentos en los que Ana nos volvía a abrir su corazón, nos volvía a decir lo mucho que nos quería, y se exponía a corazón abierto a un grupo de adolescentes con muchas ganas de cachondeo y muy poquita vergüenza.

Sirva esta anécdota para explicar de una forma algo tosca lo que Ana fue para Vai Soli, lo que fue para nosotros. Sería capaz de recitar de memoria sus oraciones favoritas del libro de oraciones chungas, y qué decir de recibir la Paz en una misa cuando Ana estaba cerca, era uno de esos placeres de cosas cotidianas, porque qué buenos abrazos daba Ana.

Las expresiones más típicas para referirse a algo que pasó hace algún tiempo son "esto es como todo" y "para lo bueno y para lo malo", pero lo que aprendimos, lo que nos transmitió y lo que crecimos como jóvenes, no es "como todo" no es "lo bueno y lo malo". Es comprender cómo funciona el amor, es aprender que no podemos tener una vida en común con otra persona si no tenemos la nuestra propia, es acercarnos a una Fe verdadera, a una Fe donde aceptas los defectos y ensalzas las virtudes, donde el amor va siempre por delante, donde perdonar es y siempre será el único camino hacia la felicidad.

Las cosas que nos enseñó Ana son infinitas, porque decidió dar su vida, su vasto conocimiento y su corazón a los que tuvimos la infinita suerte de estar a su lado. Literalmente, nacimos en el sitio correcto y en el momento apropiado.

Que suerte la mía de haberte conocido Ana.

Un beso enorme, te quiero.