17 de febrero de 2009

Vaisoli con la familia de Marta del Castillo



Vaisoli quiere solidarizarse con la familia de Marta del Castillo y desde estas humildes líneas que hemos escrito nos gustaría prestarle todo nuestro apoyo para, en la medida de lo posible, darles el ánimo suficiente para que puedan sobreponerse a esta canallada de la que han sido objeto.

Nos avergüenza que en estos días que corren aún sigan pasando este tipo de cosas. ¿Qué es lo que está pasando? ¿Quien tiene la culpa? ¿La televisión? ¿Los medios? ¿La educación? ¿Las personas?

Parece que todo el mundo tiene muy claro sus derechos, pero no sus obligaciones como ciudadano. Hemos perdido esos grandes valores que hacen del ser humano un animal diferente. Nos hemos convertido en monstruos.

Todos somos Marta y todos la hemos matado. Porque permitimos que la delincuencia se apodere de nuestras calles y de nuestras vidas. Miramos hacia otro lado esperando que las cosas se solucionen por sí solas, cuando somos nosotros los que tenemos el poder de hacer que no sucedan y que, de una vez por todas, las cosas cambien en esta sociedad.

Situaciones como ésta —en la que individuos sin escrúpulos rompen por capricho los corazones de una familia, de amigos y vecinos de una niña con una vida por delante— hacen que vayamos perdiendo la poca fe que nos queda en la humanidad.

Al final, pese a que muchas voces clamen el cielo, volverá a pasar. Somos así de imbéciles: no escarmentamos por cabeza ajena. Se ha sesgado una vida más, se ha llorado de nuevo y a aquellos que hacen justicia se les ha llenado la boca con el discurso vacío de siempre.

Que no se confunda nadie. No es un problema de violecia de género por mucho que nuestros políticos quieran justificar ciertos presupuestos. Hablamos de un problema que envenena directamente la raíz de lo que estamos plantando.

Esta sociedad se ha dormido al volante de lo políticamente correcto. Seguid sin castigar a vuestros hijos, protegiéndolos con leyes absurdas y complaciendo caprichos infinitos. Sin que éstos aprendan a tener el respeto deben tener con los ciudadanos, con sus profesores, y a todo sexo, credo y raza.

Si no cambiamos lo que nos rodea —desde lo que ocurre en nuestros hogares, llegando hasta nuestros institutos y recogiendo cada una de nuestras calles— seguiremos construyendo una sociedad llena de caprichosos y coléricos que asesinarán y tirarán al río el futuro de toda la sociedad.

Fuerza y Justicia.

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